Verano y normalización de la vitamina D


¿Y si descubrieses que tus concentraciones en vitamina D son bajas tras el verano?

El verano llegó a su fin, y tanto si hemos disfrutado de una temporada vacacional al aire libre (playa, piscina, montaña) como si hemos trabajado al exterior, nuestros niveles de vitamina D deberían estar en rango suficiente para compensar la deficiencia común del invierno, o como mínimo para cubrir las necesidades durante unos pocos meses. Es lo que nos aconsejan los médicos: tomar el sol para solucionar el problema.

Pero la sorpresa viene cuando los niveles séricos de vitamina D apenas han subido (recomiendo realizar analíticas tras el periodo estival). Esto debería llevarnos a una reflexión profunda de qué está ocurriendo en nuestro entorno, y si se descartan factores ambientales indagar en los factores endógenos.



¿Qué factores influyen en la obtención de vitamina D?

Nuestra principal forma de obtener la vitamina D desde tiempos remotos es la síntesis cutánea por interacción con el sol, por ello si nuestra exposición solar es adecuada en tiempo y forma (sin factores ambientales que obstaculicen), el aporte dietético tiene poca trascendencia durante los meses de verano en la mayoría de regiones. No es el caso en aquellos países con pocas horas de luz y altas latitudes donde la vitamina D dietética (y oral concentrada) se vuelve imprescindible tanto en invierno como en los meses más templados.

Veamos factores que nos afectan en nuestro día a día:

》 El tiempo de exposición solar, que sin llegar al eritema de piel debe ser tiempo suficiente y gradual, para ello deberá adaptarse a la persona y resto de factores ambientales como:
– La posición del sol con respecto a la Tierra (la estación del año en la que nos encontramos).
– La latitud y altitud en la cual nos encontramos.
– El bloqueo o filtro de los rayos UV (lociones cutáneas, cristales, ropas, contaminación, nubosidad, etc).
– El tipo de piel y su pigmentación.
– El tamaño, peso corporal y grado de obesidad.
– El clima.
– Otros.

》 La latitud y franja horaria: No todas las horas son útiles para sintetizar vitamina D. En España (salvo en las Islas Canarias) por su latitud mayor a 30º, la incidencia del sol es insuficiente para producir vitamina D en los meses de invierno, y de gran parte de la primavera y otoño según la región. Las horas escogidas para la síntesis de vitamina D deben ser aquellas en las que el sol está en su máximo ángulo de elevación (medio día natural).

》 La altitud: a mayor altitud mayor radiación solar que debemos de considerar tanto para la síntesis de vitamina como para la protección de agresiones en la piel.

》 El uso de lociones de protección solar: Las lociones con factor de protección solar son formas de filtros solares aplicados directamente sobre nuestra piel que bloquean la acción solar (para lo bueno y para lo malo). Por ejemplo, el factor de protección solar SPF 30 absorbe aproximadamente el 98% de la radiación UVB responsable de nuestra síntesis vitamínica por vía dérmica, y en la misma proporción limita la síntesis.

Tendemos a usar lociones hidratantes con protección solar para todos los días del año, en aquellas zonas no cubiertas por la ropa, lo que obstaculiza más nuestro escaso contacto con el sol. También existen otros filtros de uso no tópico que bloquean (total o parcialmente) la acción del sol: ropas, gorras, sombrillas, vidrios, etc.

》 La pigmentación de la piel: cuanto más oscura es la piel originalmente o como efecto de exposición al sol, menor es la síntesis vitamínica, ya que la alta cantidad de melanina (pigmento producido por la piel) hace de filtro solar natural. Por ello las pieles más oscuras necesitan más tiempo de exposición al sol sin filtros para sintetizar vitamina D.

》 La edad: A mayor edad menor capacidad de producción cutánea, por cambios estructurales de la piel. Además a edades avanzadas este factor no suele venir solo sino acompañado de otros en continua interacción, de índole ambiental y metabólica. Con la edad las personas toleran peor el calor y se exponen menos al sol, se mueven menos y realizan menos actividades fuera del hogar; a su vez aparecen trastornos metabólicos relacionados con déficits de vitamina D como la insuficiencia renal.

》 La vida de interior y el modelo urbanístico: El confinamiento en espacios de interior debido a las formas de vida adoptadas en la era industrial y tecnológica, y al estilo de vida sedentario, pone en peligro la síntesis cutánea de vitamina D. El modelo urbanístico pobre en arbolado y rico en asfalto y ladrillo sobrecalentado, no favorece la vida al exterior, y en regiones soleadas donde el verano es caluroso se hace más difícil salir al aire libre en la mayor parte del día.

》 El clima: El frío extremo y el calor nos llevan a refugiarnos del exterior. Recurrimos a sistemas de calefacción y refrigeración en viviendas, oficinas y centros comerciales, y estos se convierten en nuestros refugios y estancias donde no entra la radiación del sol. El cambio climático agrava esta situación.

》 La contaminación y la nubosidad: ambas dificultan la incidencia de los rayos UVB sobre la piel, especialmente la contaminación llegando a filtrar hasta un 50 % y dificultando el metabolismo de la vitamina D a través de disruptores hormonales.

》 La dieta: Una dieta pobre en alimentos provistos con vitamina D junto a una baja exposición al sol conduce a una carencia vitamínica. Los alimentos vegetales y por lo general los alimentos enriquecidos, contienen vitamina D2 que no es exactamente la que producimos los humanos y animales en forma de D3. Ambas formas, D2 y D3, pueden ser usadas por nuestro organismo, pero hemos de considerar la efectividad no solo en el mantenimiento a largo plazo de niveles séricos suficientes (que miden la suma de ambas), también que estos niveles sean efectivos para las funciones que corresponden con la vitamina D en humanos, y estudios al respecto indican ser más efectiva la forma D3 por su mayor afinidad al receptor VDR.

》 La deficiencia de magnesio: Bien por una alimentación industrializada con alimentos empobrecidos, bien porque los alimentos cosechados hoy son más pobres en magnesio (dado que las tierras están empobrecidas en este mineral), bien por los altos niveles de estrés que aumentan los requerimientos de magnesio, podemos sufrir de un nivel deficiente de magnesio para los requerimientos orgánicos. Investigaciones han hallado que altas ingestas de magnesio mejoran el metabolismo de la vitamina D, y sugieren que podrían reducir el riesgo de la insuficiencia de vitamina D. El magnesio regula la actividad de enzimas críticas en el metabolismo de la vitamina D, lo cual explicaría como la deficiencia de magnesio afecta negativamente el estatus de la vitamina D.

》 El grado de sobrepeso u obesidad: Al ser la vitamina D de naturaleza liposoluble ésta en parte es secuestrada por el tejido adiposo (masa grasa), impidiendo su libre circulación en sangre y su disponibilidad metabólica.

》 El grado de estrés y su relación con los procesos de inflamaging e inflamación crónica de bajo grado: a mayor inflamación mayores requerimientos de vitamina D. Téngase en cuenta que la naturaleza del estrés puede ser física, mental-emocional y química (contaminación, metales pesados, fármacos, etc.), y que su mezcla forma un cóctel proinflamatorio.


Pero yo tomo el sol, ¿entonces?…

Es ya habitual escuchar «pero yo tomo el sol a medio día, incluso sin filtros, y tengo la vitamina D baja». Y es que existen otros factores no ambientales, o no externos a la persona, que pueden obstaculizar la síntesis o el metabolismo de la vitamina D y que deben de ser valorados además de descartar los anteriores mencionados.

》 Condiciones digestivas (microbioma y disbiosis intestinal, inflamación intestinal y otras enfermedades digestivas, extirpación quirúrgica de tramos concretos del tracto digestivo).
》 Los estados inflamatorios agudos o crónicos.
》 Las alteraciones enzimáticas de transformación de la vitamina D en sus respectivos metabolitos hasta llegar a su forma activa (hormona).
》 La resistencia a la vitamina D en su forma activa, por alteraciones en los receptores VDR.
》 Las alteraciones genéticas que afectan a la proteína transportadora de la vitamina y sus metabolitos.
》 La alta sensibilidad a la vitamina D en algunas condiciones y tratamientos.
》 La interacción con fármacos que pueden alterar las concentraciones de vitamina D.
》 La intolerancia al calor y al sol, y alteraciones que subyacen.

La suplementación de vitamina D oral y en dosis diaria es en la mayoría de estos casos la opción más adecuada. Pero nos encontramos con un obstáculo: durante años caló en la sociedad la teoría del potencial tóxico de la vitamina D y su fácil manifestación si se administra en dosis concentradas, una teoría asumida que llegó a imponerse en los profesionales sanitarios como premisa indiscutible. Y de aquella teoría obtuvimos investigaciones limitadas, y una actual práctica clínica en terapéutica con vitamina D deficiente y confusa para la mayoría de profesionales sanitarios que no reciban una formación avanzada y transparente al respecto, por lo que el planteamiento de la suplementación con vitamina D llega a ser tratado incluso como una amenaza.

Hemos recuperado la inquietud por estudiar cuál es el nivel tóxico de la vitamina D, y así poder adecuar la investigación ante nuevas posibilidades. Esto nos está abriendo nuevos caminos clínicos con evidencia científica.


Problema para la Salud Pública

Se sabe que la osteomalacia generada por déficit de vitamina D se esconde bajo el diagnóstico de osteoporosis (creciente en hombres), e incluso a reumatólogos que se proponen diferenciar una de otra condición les resulta complicado en la práctica: el 80% de los pacientes con osteomalacia por déficit de vitamina D tienen criterios densitométricos de osteoporosis. Si a esto le sumamos la atrofia muscular empezamos a considerarlo sarcopenia especialmente en mayores. En mi opinión la osteomalacia o su primer estadio es muy común, y subyace en múltiples trastornos –no solo musculoesqueléticos– sin ser tratado debidamente.

Por los múltiples efectos y funciones ─esqueléticas y extraesqueléticas─ en las que participa la vitamina D convierten una insuficiencia prolongada en un problema de primer orden para la Salud Pública, de hecho, niveles bajos de vitamina D se asocian significativamente con todas las causas de morbi-mortalidad (así se advierte desde varias publicaciones científicas).

Es hora de que dejemos atrás la idea de que la vitamina D se reduce a ejercer un papel en el metabolismo óseo, tengamos en cuenta sus efectos sobre la inmunidad innata y adquirida, la inflamación, el sistema cardiovascular, el desarrollo y función celular, y la expresión genética. Nos queda camino por descubrir sobre la magnitud de su efecto en nuestras biologías, pero ya no cabe duda de la importancia en nuestra homeostasis y la salud.

Tu médico o nutricionista ▸ si está especializado en manejo clínico de la vitamina D ◂, puede informarte y orientarte adaptándose a tu caso sobre las formas más efectivas de obtener vitamina D en su forma activa o mejorar la respuesta a ella, tras el estudio de tu perfil y una valoración en la que la revisión del estilo de vida debiera ser siempre la primera opción, junto a parámetros bioquímicos específicos.


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NOTA: Detrás de cada artículo hay una labor y tiempo dedicado hasta llegar aquí. Se agradece su difusión y que compartas el conocimiento si te fue útil o te gustó.

IMPORTANTE: No suplementar la vitamina D sin una valoración exhaustiva de la persona, su perfil clínico y bioquímico, su estilo de vida, su hidratación y alimentación, el uso de otros complementos nutricionales y fármacos, junto a una continua monitorización. Si lo deseas puedo ayudarte.



María Hernádez Bascuñana (col. CV320)
Inmunonutrición | Nutrición, Salud y Estilo de vida | www.bascuñana.net


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