EXTRANJERISMOS, ¿POR QUÉ LO LLAMAMOS COACHING CUANDO QUEREMOS DECIR…?


Usamos palabras que tomamos de otras lenguas, especialmente ahora del inglés, cuando un concepto está en boga (del francés vougue) marcando una tendencia que se expande en la cultura global a través de su término en el idioma donde explosionó. Estas palabras nos pueden resultar intrusas, extrañas, molestas, fatales, inapropiadas, apasionantes, inspiradoras, imperiosas, o inevitables, pero lo cierto es que llevan mucho tiempo con nosotros y no nos damos cuenta, son las recién llegadas las que despiertan en nosotros una reacción a favor o en contra, y el caso es que nosotros morimos y la lengua sigue viva en continuo cambio.

 

Reflexiones sobre el término coaching

En el caso del anglicismo coaching y coach yo me preguntaba ¿por qué no utilizamos un término español? Lo cierto es que ahora lo aprecio de otra manera, pues entiendo que el término coaching no desplaza ninguna palabra española, quizás porque el concepto de dicha disciplina no estaba presente en nuestra cultura hispana y por tanto no existía un término para designarla (todo lo contrario a Inglaterra y Australia donde el coaching es una profesión reglada con más larga trayectoria). Desde mi punto de vista es un extranjerismo menos intruso que otro como selfie que sí desplaza al ya existente autorretrato o autofoto, o email que desplaza a correo electrónico, o stop que desplaza a alto o pare (¿por qué en España la señales de stop no se escriben en español como en el resto de países donde se habla español, si ocupa lo mismo?).

 

stop

 

La Real Academia Española (RAE) recientemente incluyó el término coach en su diccionario, con la mala fortuna de no entender previamente el concepto que designa el término, y de esa guisa quedó esta desafortunada definición:

  1. Persona que asesora a otra para impulsar su desarrollo profesional y personal.
  2. Entrenador.

De manera que para la RAE un coach es un asesor o un entrenador. Así que con su real definición se carga de un plumazo la diferencia entre coach y mentor, entre coach y consultor, entre coach y asesor, entre coach y terapeuta, entre coach y prescriptor, al igual que conceptualmente anula el trabajo de preparación de un coach en desaprender el reflejo de corrección o de aconsejar que puede tener como facultativo, como tutor o entrenador, como familiar o amigo, como conocido o como entrometido.

Como no es un fallo de término sino de concepto, que no representa la realidad pero que se posiciona como guía oficial del significado de la lengua, dejé de tener a la RAE como principal fuente de referencia, pues ya se parece a los medios de comunicación del tipo prensa y televisión que desinforman más que informan.

 

Extranjerismos que ni te imaginas

Los españoles consideramos el aceite y el jamón como muy nuestros, pero la mayoría no podríamos imaginar que los términos jamón y aceite son palabras que tomamos prestadas de otras lenguas en otras épocas. ¿A qué no te resultan términos intrusos y ajenos a tu lengua?

 

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El jamón

La pierna de cerdo curada al aire con sal era conocida como pernil en las lenguas habladas en la península ibérica, pero no solo consumían su carne los peninsulares, también los franceses. Fue en el camino francés del Camino de Santiago donde se empezó a adoptar esta palabra, fruto de las reuniones entre peregrinos franceses y lugareños, junto a otros peregrinos españoles con los que compartían el camino y las provisiones para el largo recorrido. A los españoles les gustó la novedosa forma de llamar a su pernil como jambon, se difundió el término y a la vista está que cuajó quedándose con nosotros como jamón (salvo en la lengua valenciana-catalana-balear que se mantiene pernil).

 

El aceite

Los autores del libro «Palabras mayores» nos cuentan la historia del aceite de esta forma tan cercana:

«Hubo un tiempo en el que los habitantes de Al-Ándalus (las actuales España y Portugal) se comunicaban con distintas lenguas: la dominante —el árabe—, el romance y el hebreo, y los hablantes de romance utilizaban la palabra óleo/olio (deformación del latín oleum) para llamar al producto de moler las olivas, pero un día uno de estos hablantes, en Córdoba, al que su esposa había mandado a la tienda de la esquina a comprar óleo, oyó como el comprador que le precedía en la fila —mejor vestido que él y con olor a limpio— le pidió al tendero que le diera az-zait, y al comprador que lo que le servían a ese señor era nada más ni nada menos que lo que él y su gente conocían como óleo, tomó la decisión de copiar el nombre en la lengua extranjera, dominante en ese momento. Y llegó a casa y se lo contó a su mujer, y esta a sus vecinas, y la cosa cosechó tal éxito que aún hoy seguimos diciendo aceite (del árabe az-zait).»

 

… Bien, pues quizá en un futuro se asuma como normal hablar del coaching, tal vez españolizando su sonido como ya se está escuchando, ¿no crees?

 

María Hernádez Bascuñana (col. CV320)
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